Delfina Varela Domínguez de Ghioldi | Consejo de la Magistratura

Publicado el 02/02/2022

Entre las mujeres que se han destacado en la Argentina tanto por el aporte de su especialidad como por la lucha por los derechos de igualdad, se destaca Delfina Varela Domínguez quien no tiene el reconocimiento que merece.

I – Según los relatos, conservados de manera informal, sus exposiciones en la palestra áulica, eran seguida con admiración por el estudiantado. Luego, ya en el pasillo común, esos educandos la seguían y se establecía una asociación de voluntades donde la profesora continuaba con un método empático sus lecciones y enseñanzas. Sus ideas, sus convicciones y esa suerte de liderazgo no buscado, que la convertían en un modelo, también fueron causa de algunos sinsabores y otras persecuciones.
Cuando faltaban muchos años para que Marcuse dicte la conferencia “Marxismo y feminismo” en la Universidad de Stanford, ya nuestra evocada estaba convencida de ciertos principios que la llevaban a luchar por conseguir la igualdad completa en lo económico, en lo social y en lo cultural, al tiempo de trabajaba en la construcción de una sociedad en la que quede superada la dicotomía hombre-mujer, una sociedad con un principio de la realidad nuevo y distinto.

II – Delfina nació el 29 de enero de 1895 en un pequeño poblado del norte puntano llamado San Pablo en un hogar con antigua ascendencia en el país,
Con esfuerzos de la familia, llevó adelante sus primeros estudios en la ciudad de San Francisco y para los secundarios se trasladó a Villa Mercedes, donde ingresó en la Escuela Normal de la ciudad, atendiendo a su temprana vocación que se inclinaba por la docencia. Con ese entusiasmo, sigue su formación en la Escuela Normal de Profesores Nº 1 “Presidente Roque Sáenz Peña”, instalado en el edificio Tudor de avenida Córdoba en el barrio de Recoleta y luego, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En esta última institución fue discípula de Coriolano Alberini, Ricardo Rojas, Alejandro Korn, Lidia Paradotto, Rórnulo Martini, Cristofredo Jacob, Enrique Moudbet, entre otros.
Estuvo ligada estrechamente el movimiento de la Reforma Universitaria de 1918, cuyo epicentro estaba en Córdoba, y desde el Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras participó de multitudinarias asambleas donde se escuchaban encendidos discursos y por este medio se logró la participación del estudiantado en la vida universitaria.

III – En ese tiempo una de las pocas actividades que podían llevar adelante las mujeres era la docencia, pero en el caso de Delfina, fue una decisión, para la que se había formado. Desde 1917 y por más de tres décadas ejerció el magisterio; fue profesora del Colegio Nacional “Bernardino Rivadavia” y, en la universidad, ganó por concurso la cátedra de Historia del Pensamiento y la Cultura Argentinos.
Su vocación no tuvo un final como lo soñaba una docente con su iniciativa. En 1944 fue exonerada, como otros colegas, por sus ideas liberales que no condecían con el credo que había impuesto José María Ignacio Olmedo Cortés Funes, el verdugo de turno a cargo del Consejo Nacional de Educación del gobierno surgido del golpe fascista de 1943, que había impuesto la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en todas las escuelas de su país. En 1949, habiendo logrado la reincorporación, es dejada cesante sin explicación oficial, si bien puede atribuirse a razones políticas.

IV – La docencia se compartía con el estudio y la investigación como era el modelo dominante por varias décadas en el país. La idea era la formación permanente.
Todos los temas parecían de su interés y de varios de ellos publicó obras de distinta extensión: “Algunas consideraciones sobre la enseñanza práctica y regional”, “Educación y Régimen Municipal”, “Educación Científica”, “Bases para la Reforma de la Enseñanza secundaria y normal”, y “La escuela profesional”, “Geografía de San Luis”, “Las Salinas del Bebedero” y “Toponimia puntana”, este últimos vinculados a su propio entorno, a su pago chico.

V – Sus ocupaciones intelectuales, ya desde temprano tiempo, giraron en torno a la filosofía, entendida como principio de todo. Sus profesores acompañaron las lecturas y guiaron las investigaciones. También de todo ello dejó testimonio que fue valorado. Algunas de sus obras son: “El momento pedagógico actual”; “Filosofía argentina: los ideólogos”; “El canónigo doctor Juan Ignacio Gorriti”; “Filosofía argentina: Vico en los escritos de Sarmiento” de 1950; “Las Ideas de Progreso y Libertad en la Filosofía de Alejandro Korn”; “El filosofar de Sarmiento”; “La Enciclopedia en el pensamiento del siglo XVIII”; “Un filósofo argentino en el siglo XIX: Juan Bautista Alberdi”; y “Ricardo Rojas en la historia del pensamiento y la cultura argentina”, “Alejandro Korn”, de 1932; “Filosofía Argentina. Los Ideólogos” de 1938; “Filosofía Argentina. “El canónigo Dr. Juan Ignacio de Gorriti”, de 1947; “Diccionario historiográfico y literario”, de 1952; “Para la historia de las ideas argentinas”, de 1952; “Un filósofo argentino en el siglo XIX; Juan Bautista Alberdi”, de 1960; “Alejandro Korn, historiador del pensamiento argentino, de 1960.
Uno de sus trabajos, “La generación argentina del 37” fue el ganador del concurso convocado por la “Asociación Cultural Argentina para la Defensa y Superación de Mayo” (ASCUA) en el año 1955 en donde actuaron como jurados Francisco Romero, Carlos Alberto Erro, Cupertino del Campo y José P. Barreiro. Se publicó en Ediciones Populares Argentinas en 1956 y fue considerado por los miembros del tribunal como de los mejores análisis del aporte de esos hombres reunidos en la trastienda de la librería de Sastre.
De sus trabajos inéditos se puede conocer el pensamiento filosófico argentino: “La filosofía de la libertad en Alejandro Korn”, de 1960; “Un filósofo sanjuanino: Manuel J. Quiroga de la Rosa”, de 1961; “Francisco Romero en la cultura filosófica argentina”, de 1963; “Joaquín V. González en la cultura argentina” de 1964; “En la búsqueda de ser nacional” de 1967; “La libertad creadora en la Filosofía Argentina”, de 1969.

VI – En los días del estudio en la Facultad, se fue apasionando por un personaje bastante desconocido, de vida breve pero de ideas modernas, cultivadas en el campo de sus propios análisis; Juan Crisóstomo Lafinur. Era como ella, puntano, nacido en La Carolina el 1797 y muerto a los 27 años en un accidente. Reunió sus pocos escritos, tanto los de contenido filosófico como sus actuaciones de la vida de estudiante en la Universidad de Córdoba, de donde fue expulsado por su oposición a las ideas que impulsaba la influyente Logia Lautaro.
De larga elaboración, tituló su tesis “Juan Crisóstomo Lafinur: una cátedra de filosofía”, de 1934, que recibió alta calificación y comentarios enjundiosos. El propio Alejandro Korn la tomó para la redacción de “Influencias filosóficas en la evolución nacional”, de 1936, donde recopila y valora los aportes de autores vernáculos.
Siempre en su estudio, aportó una división temporal del pensamiento de acuerdo a la evolución histórica. En un primer tiempo dominó la escolástica con una fuerte presencia de jesuitas y franciscanos; le sucede el tiempo del pensamiento de enciclopedistas en la versión de los estudiosos españoles; por último, la llegada de las ideologías que vinculaban al hombre con la naturaleza.
En esta dirección afirmaba que los primeros ideólogos de nuestro país eran hombres de elevada cultura, humanistas, y relacionados por la voluntad de sustraer a la ciencia de su estado metafísico. Entre esas corrientes filosóficas está la promocionada en las aulas por Juan Crisóstomo Lafinur que se continuó en la cátedra de los albores universitarios por el español Juan Manuel Fernández de Agüero y el médico Martín Diego Alcorta que lo volcó en sus “Lecciones de filosofía”.
Rescata de las ideas de Lafinur el ser un instrumento de un pensamiento filosófico que se difundió por el Río de la Plata en las primeras décadas del siglo XIX. Entre las obras que influyeron nombra al “Contrato Social” de Juan Jacobo Rousseau como una influencia notable en el concepto de justicia de un joven Lafinur que logró conformar una escala de bienes y valores tendientes al valor supremo del ser humano: la libertad.
Rescató la tenacidad de Lafinur por conducir la idea argentina hacia una vida nacional de perfección y destino ético. Sobre todo, rescata el interés en fundar las bases para una nueva moral esencialmente laica.
Por estas ideas, por estos valores, nuevos e incómodos para los que sostenían el pensamiento religioso, su prédica fue turbulenta y generó rechazos que concluyeron en persecuciones que los obligaron a recluirse en Chile.

VII – En su vida académica, conoce a Américo Antonio Ghioldi, el “Ghioldi socialista”, como forma diferenciarlo de sus hermanos Rodolfo y Oreste de activa participación en el Partido Comunista.
Se casó en 1926 pero la pareja no tuvo descendencia. Delfina colaboró en “La Vanguardia” con sus artículos de interés y análisis político en una sociedad que estaba en pleno cambio.

VIII – En cada uno de los cursos que dictaba, de inmediato lograba una fina conexión con los estudiantes que participaban con entusiasmo de las mismas generando una corriente de simpatías que facilitaba el proceso de formación. Este hecho, imprescindible en el oficio, junto a su idea de la Ideología que pregonaba, no fueron bien vistos en cierto tiempo y debió emprender un exilio interno encontrando refugio en Mendoza donde llevó su prédica de libertad con la misma convicción.

Por Ricardo Miguel Fessia
Miembro de la Unidad de Derechos Humanos, Género, Trata de Personas y Narcotráfico