Augusto Conte Mac Donell | Consejo de la Magistratura
Publicado el 14/02/2022
I – La lucha por el derecho está jalonada de hechos y nombres, todos muy sentidos, si bien no tan recordados. De la misma rescatamos, entre otros cientos, a Augusto Conte Mac Donell, talentoso, hombre de profunda fe cristiana y desde ese dogma, con tanta firmeza como convicción, tornó su brega como un símbolo de los Derechos Humanos en Argentina creando el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
II – Augusto Conte Mac Donell nació el 4 de mayo de 1926 hijo de Augusto y María Julia Portela en una típica familia de lo que luego se llamaría clase media. Con posibilidades de acceso a la educación superior, estudió derecho.
Muy pronto, desde las propias aulas universitarias, adhirió al movimiento político universitario cristiano en las pujas estudiantiles. Ese compromiso por lo social lo trasladó al seno familiar y era compartido por su esposa Laura Jordán Arana y sus cinco hijos.
Siendo muy joven fue uno de los que, el 9 de julio de 1954, fundaran el “Partido Demócrata Cristino” en la casa del doctor Juan Treharne Lewis. Integraban el grupo de conmilitones, Atilio Dell’Oro Maini, Angélica Fuselli, Ambrosio Romero Carranza, José Antonio Allende, Oscar Puiggrós, Horacio Sueldo, Carlos Auyero, Alieto Aldo Guadagni, Arturo Ponsati. Fue subsecretario de Educación de la Nación debido al apoyo del partido a la Revolución Libertadora.
III – Augusto María, uno de sus hijos, llegó al mundo el 4 de julio de 1955. Estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires, de calle Bolívar, donde cultivó amistades y llevando a los hechos el compromiso social, participó en grupos de debate y de trabajo con un fuerte rechazo por toda iniquidad. Llamado por sus condiscípulos como “El Motas” se destacó en las competencias futbolísticas por sus gambetas en el puesto de wing izquierdo. Cuando llegaba un centro el balón encontraba su larga cabellera enrulada con firme voluntad de enviarla al fondo de la red.
Promoción 1972 en el agitado año de 1973 ingresó a la Facultad de Ciencias económicas de la UBA.
IV – Formó parte de los miles de hombres y mujeres que el 17 de septiembre de 1972 marcharon bajo la lluvia para recibir a Perón en Ezeiza. En las elecciones del 11 de septiembre de 1973 fiscalizó por el “FREJULI”, una de las mesas receptoras de los sufragios que impusieron la fórmula “Cámpora-Solano Lima” por el 49.53%.
Atento a las necesidades, con sus compañeros crearon el “Ateneo Evita” en el barrio de Belgrano -Amenábar y Blanco Encalada- para apoyar al Movimiento de Inquilinos Peronistas (MIP). Repartiendo el tiempo de donde no había, integraba la Regional I de Juventud Peronista en la villa de emergencia del Bajo Belgrano.
A partir de estas actividades en el 72 fue detenido en plena vía pública portando un arma. De esta detención poco y nada se supo, el temible Luis Margaride, que había sido designado por Onganía con plenos poderes para controlar la ciudad, luego de negarlo varias veces, terminó reconociendo la detención.
Rápidamente el país se convulsionó y una balacera terminó con la vida de Rucci en septiembre de 1973, el 19 de enero de 1974 un grupo atacó la guarnición de Azul. Solo por nombrar algunos hechos.
V – El caluroso 31 de enero de 1976 personal de Seguridad Federal llega hasta su domicilio en un allanamiento en donde se llevaron varios libros. También se llevaron otras cosas que no quedan asentadas en acta alguna y que terminan en los bolsillos de los funcionarios infieles e inescrupulosos.
Como cualquier otro joven, había sido sorteado para hacer el servicio militar y decidió presentarse el día que correspondía, el 1 de febrero en el Distrito Militar, de esta forma pasó a ser conscripto en la Base Aeronaval de Punta Indio. Algunos compañeros le advierten en la posibilidad de no presentarse y marchar al exilio como lo hicieron otros. Entendió que el deber con la patria estaba primero, al ser incorporado, personal del Servicio de Inteligencia Naval lo sometió a un interrogatorio en el cual el joven narró que había estado detenido por cuestiones políticas.
VI – El hecho preocupó al padre y se lo expresó a su hijo en la primera visita a la Base. Le propone dejar en claro cuál era la situación en tiempos donde la condición de ciudadano no era suficiente.
Osvaldo Bayer relató la versión de un padre atribulado por un hecho que cargó por casi tres décadas. El doctor Conte había sido compañero de colegio del general Carlos Guillermo Suárez Mason, que por esos días era comandante del 1er Cuerpo de Ejército. Conte le propone al hijo hacer una visita y de esta forma poder aclarar definitivamente la situación. Solicitada la entrevista, padre e hijo llegan al despacho con todas las formalidades y temores.
Muy propio del cinismo que desplegó en su gestión, el general los recibió con toda amabilidad y sobreactuando recordaba los días de estudiantes. Con atención escuchó a los visitantes y les aseguró hacer lo necesario para limpiar todos los antecedentes y dejar todo aclarado. Los visitantes no podían siquiera imaginar que eran víctimas de otra fulla.
Después repetirá una y mil veces: “Yo soy el culpable”.
VII – Destinado el conscripto Conte a la Contaduría de la Base, viajaba con cierta periodicidad a la Capital Federal llevando la papelería.
El domingo 11 de julio, los Conte se preocuparon por la ausencia de su hijo, ya que era habitual pasar su franco en familia.
Viajó el padre a la Base Aeronaval y se entrevistó con el capitán de corbeta contador Enrique Jorge Trabucco, superior de Augusto María, quien le informó que lo había enviado en comisión a la Capital Federal el miércoles 7 de julio y debió regresar al día siguiente.
Con más incertidumbre, el martes 13 el doctor Conte se entrevistó con el jefe de la Base, capitán de fragata F. Medici, y con su segundo, el capitán de corbeta Luis Dupeyron. Ambos volvieron con las explicaciones dadas por Trabucco, abundando en detalles como el boleto de ferrocarril con salida a las 15 horas y llegada a las 20 a Buenos Aires. Por el horario, se entendía que pasaría a pernoctar en su casa y a la mañana siguiente cumpliría la comisión. Frente al no regreso y la comisión sin hacer, se lo daba de baja por desertor.
Aquella inquietud paterna ahora trocaba en pavor; sabía perfectamente que su hijo no había desertado. Se le vinieron todas las imágenes en tropel, esas que luego los argentinos nos enteramos.
En adelante todo fue recorrer, preguntar, deambular con respuestas evasivas. El dolor era insoportable.
El habeas corpus presentado el 26 de agosto de 1976 fue rechazado por el juez de sentencia Raúl Barceló, como otros tantos y con un escrito de formulario.
Ese mes de julio ingresaron a ese status de “desaparecidos”, que con todo cinismo un oscuro general así definió, cinco conscriptos de la Armada del almirante Emilio E. Massera: Eduardo Guerci, Javier Antonio Otero, Sergio Tarnopolsky, Horacio Daniel Margeli y Augusto María Conte Mac Donell.
La brega se tornó en una empresa colectiva con hombres y mujeres que buscaban sus hijos y se congregaron en el “Centro de Estudios Legales y Sociales”, un organismo de Derechos humanos que promueve la protección de los derechos y su ejercicio efectivo, la justicia y la inclusión social, a nivel nacional e internacional. Era 1979 y sus pares Emilio Mignone, Angélica Sosa, José Federico Westerkamp, Carmen Lapacó, Alfredo Galletti, Noemí Labrune, y Boris Pasik
VIII – Supo enfrentar todas los infortunios y desventuras por muchos años. Incrementó su militancia en las filas de la “Democracia cristiana”, donde orientaba la línea “Humanismo y Liberación”- y fue electo diputado nacional en 1983.
Como se lo dijo a algunos amigos: “Mi error fue tan grande que el único futuro mío es ir en búsqueda de mi hijo, allí desde donde no se regresa”.
Ese día fue el 5 de febrero de 1992. A la oquedad dejada por la ausencia de su hijo, se sucedían leyes de punto final y de obediencia debida; luego de tanta faena para enjuiciar a las cúpulas, llegaron los indultos. Parecía que este no era su lugar. El coraje para enfrentar todos los riesgos de los criminales y hasta los dogmas de su creencia religiosa, menguó y cumplió aquello que consideró su destino.
Por Ricardo Miguel Fessia
Miembro de la Unidad de Derechos Humanos, Género, Trata de Personas y Narcotráfico