Horacio Rosatti recibió el Premio Justicia 2024 | Consejo de la Magistratura
Publicado el 02/10/2024
Con la presencia del rector de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), Gastón O’Donnell, y el ministro decano de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Juan Carlos Maqueda, Horacio Rosatti recibió el Premio Justicia 2024, que entrega la UCES “con la intención de resaltar la idoneidad y trascendencia de los mejores profesionales del derecho”.
De la ceremonia realizada en la sede del rectorado de la Universidad, como parte del 27° homenaje a los hombres y mujeres más sobresalientes de la Justicia, participaron integrantes del Consejo de la Magistratura, camaristas, jueces y funcionarios judiciales de distintos fueros e instancias.
Entre ellos, asistieron los consejeros de la Magistratura Hugo Galderisi, Alejandra Provítola, Álvaro González, Alberto Lugones y Miguel Piedecasas, y los jueces de la Cámara Federal de Casación Penal Gustavo Hornos, Alejandro Slokar, Daniel Petrone, Diego Barroetaveña, Carlos Mahíques y Juan Carlos Gemignani. También estuvieron presentes los jueces federales Sebastián Casanello, María Eugenia Capuchetti, Sebastián Ramos y Julián Ercolini; el juez en lo Penal Económico Pablo Yadarola; el juez de la Cámara Federal de La Plata Roberto Lemos Arias, y el juez de la Cámara Federal de Rosario, Aníbal Pineda.
Además, concurrieron el presidente de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, Jorge Morán; el juez de la Cámara Federal de la Seguridad Social Walter Carnota; el juez de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo Mario Fera, y los integrantes de la Cámara Contencioso Sergio Fernández y José Luis López Castiñeira, así como los jueces de primera instancia Macarena Marra y Enrique Alonso Regueira; jueces de las Cámaras Nacionales de Apelaciones en lo Civil y en lo Criminal y Correccional.
También estuvieron la presidenta del Consejo de la Magistratura de la CABA, Karina Leguizamón; el secretario de Coordinación Institucional del Ministerio Público Fiscal, Juan Manuel Olima Espel; el presidente de la Asociación de Funcionarios y Magistrados de la Justicia Nacional, Andrés Basso, y la vicepresidenta, la jueza laboral María Elena López, y el presidente de la Federación Latinoamericana de Magistrados, Marcelo Gallo Tagle.
Asimismo, estuvieron presentes la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de la CABA, Inés Weinberg de Roca, y la integrante del mismo, Marcela De Langhe; el presidente y la vicepresidenta de la Suprema Corte bonaerense, Daniel Soria e Hilda Kogan; la secretaria gremial de la Unión de Empleados de Justicia de la Nación, Mara Fernández; el presidente de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, Juan Carlos Cassagne; la presidenta de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional, Marcela Basterra; Jorge Vanossi, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, y el titular de la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado del Poder Judicial de la Nación, Juan Tomás Rodríguez Ponte.
Los secretarios de la Corte Damián Font, Alejandro Rodríguez, Elena Nolasco, Federico de Lorenzo, Sebastián Clérici, Sergio Nápoli, Gustavo Naveira de Casanova, Marcelo Navarro, Néstor Cafferatta y Diego Seitún; el secretario general de Administración de la Corte, Gerardo Prataviera; el director del Centro de Asistencia Judicial Federal, Pablo Lamounan; el decano del Cuerpo Médico Forense, Leonardo Ghioldi; el administrador general del Poder Judicial de la Nación, Alexis Varady; el secretario General del Consejo de la Magistratura, Mariano Pérez Roller; el presidente de la Obra Social del Poder Judicial, Mariano Althabe, y Gonzalo Gassull, director de la Oficina Judicial de la Justicia Federal de Cuyo, también se congregaron para escuchar a Rosatti.
También, en la previa al Año Nuevo Judío, estuvieron presentes el gran rabino de la AMIA, Eliahu Hambra; el rector de la Universidad de Concepción del Uruguay, Héctor Sauret; el rector de la Universidad del Salvador, Carlos Salvadores de Arzuaga; el rector de la Universidad Católica de Santa Fe, Eugenio de Palma; el rector de la Universidad de San Isidro, Enrique del Precio; el presidente del Colegio de Abogados de Buenos Aires y Alberto Garay.
Enviaron sus adhesiones el ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Ricardo Lorenzetti; el rector de la Universidad Católica de Santiago del Estero, Luis Lucena; el presidente de la Fundación Konex, Luis Ovsejevich; el presidente del Colegio Público de la Abogacía de la Capital Federal, Ricardo Gil Lavedra, y la jueza federal María Servini.
Durante su discurso, de tono académico y al que tituló “Pasión y Constitución”, Rosatti se refirió a la importancia de “recobrar, para el derecho, el valor de las emociones y los sentimientos”. En ese sentido, repasó las ideas clave de distintos pensadores para trazar un recorrido histórico a partir de la moderna concepción basada en el antropocentrismo racionalista, que marcó un quiebre con el dogmatismo medieval. Este hito, sostuvo, implicó la adopción de un nuevo paradigma que se reflejó en diversos campos –desde la astronomía hasta la filosofía, pasando por la política y la religión–, alumbró el constitucionalismo y sentó las bases para los procesos revolucionarios que derivaron en la organización de los Estados en torno a normas y constituciones que inspiraron a buena parte de Occidente.
Este modelo que postulaba un progreso indefinido basado en la razón, dijo Rosatti, entró en crisis a mediados del siglo pasado y “puso en revisión el criterio de que solo a través de la razón podemos acceder al conocimiento”.
“Algunos autores comienzan entonces a poner en entredicho, desde distintas disciplinas, la capacidad de la racionalidad llevada al extremo para acceder al conocimiento o, en el caso de los jueces, para llegar a la mejor decisión final”, agregó.
Seguidamente, se refirió a su interés en “incorporar factores de emocionalidad a la Constitución” y “cruzarla con determinados sentimientos”, entendiéndola ya no “como un documento histórico, nostalgioso” sino “como un contrato social instrumental que, bajo determinadas premisas, está en condiciones de regular la convivencia social hacia el futuro”. En todo proceso revolucionario, señaló el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y del Consejo de la Magistratura, “la pasión y las emociones terminan consolidándose en un texto que después empieza a tener vida propia”, aunque “a medida que van pasando las generaciones”, los jueces que interpretan ese texto “están cada vez más lejos del fenómeno histórico y de las pasiones que generaron ese documento”, y las palabras adquieren, en ocasiones, un sentido distinto al que se les pretendió dar al momento de su redacción.
Rosatti destacó tres sentimientos susceptibles de impactar en un texto constitucional: el altruismo, el egoísmo y la envidia. Y, a tres décadas de la reforma constitucional de 1994 –de la que, junto con Maqueda, participó como convencional–, reivindicó el consenso logrado en aquel entonces. “Había enconos, recelos y desconfianzas, sin embargo se dejaron de lado y se pudo lograr un acuerdo, un proyecto común”, remarcó. “Tal vez haya sido el último acto de política grande de la Argentina. Más allá de sus contenidos, se reivindica como legado la construcción de ese consenso como una actitud que no desdeñó los sentimientos y las pasiones para lograr una obra colectiva”, dijo.
A modo de cierre, instó a recuperar la búsqueda de vías alternativas de resolución de controversias ya que “cada vez más, la conflictividad se proyecta casi automáticamente a la judicialización” y “no hay filtros que permitan resolver los conflictos sin caer en los tribunales”. En tanto, consideró que los jueces deben “revalorizar el factor emocional, el impacto de las nuevas disciplinas en el acceso al conocimiento, y entender que la norma no es solo texto sino que atrás hay una historia, un fundamento, que nos interpela en el presente para procurar entenderlo y ver si ese ethos constitucional se mantiene en la actualidad”.
“Hay que ver a la Constitución como texto vivo, la norma ordenadora que siempre tiene capacidad, potencia, y reclama vigencia sostenida. La Constitución no es solo texto: es también pasión, emoción y sentimiento”, concluyó.